lunes, 14 de diciembre de 2015

Educación, juegos y Navidad

“Uno de los aspectos más complejos previos al pleno despliegue de la voluntad, es el acuerdo que debe lograrse entre el corazón y la razón”.                                  
 Luis Eduardo  Yepes

El día es cada vez más corto. Las calles están iluminadas y los comercios engalanados. No hay duda, es Navidad. Una multitud de gente, abarrota los interminables pasillos de los establecimientos en busca de la novedad, de lo diferente. Los comercios, en frenética competencia, tratan de superar a sus rivales. Es una guerra incruenta, en donde las empresas  cumplen los objetivos que han sido minuciosamente planeados y cuya finalidad última, es cerrar el año con beneficios. Como en cualquier guerra, la primera víctima es siempre la verdad. En este caso, la Navidad se ve despojada de su verdadera razón para convertirse en acicate y motivación de un consumo, no siempre racional. El corazón no puede ignorar el deseo de ser feliz. Es, el eterno dilema entre “Ser o tener”.

Como adultos, somos responsables de nuestras decisiones. También lo somos en lo que respecta a nuestros hijos, mientras estos sean menores de edad. Sin embargo, y con frecuencia, quedamos desarmados frente a las lágrimas y las súplicas de quienes tanto amamos, olvidándonos de nuestra condición de educadores y claudicamos frente a la petición del juguete del año. Algunos padres concienciados, tratan de no caer en la discriminación sexual de antaño. Otros, priorizan la cultura sobre el ocio. La tendencia actual nos dice que, las nuevas tecnologías han superado ese tipo de problemas. El ordenador personal abrió el camino y ahora, tanto la “tablet”, como el teléfono móvil, siguen sus pasos. Objetos asexuados, que no están sujetos a la crítica sexista, y por supuesto, facilitan el ocio, la información, el conocimiento y la interrelación. Son, además, herramientas cada vez más necesarias en la Sociedad Digital en la que nos movemos. Luego, ¡Fantástico! Si esto es así, ¿Dónde está el problema?

A mi entender, el problema reside en la temprana edad en la que algunos niños acceden a ese tipo de tecnología. La sociedad de la información ofrece oportunidades extraordinarias pero también un desafío ante el que tenemos que reaccionar si no queremos comprometer el propio proceso de aprendizaje durante la infancia.  La familia, es la mediadora entre el individuo y la sociedad. Ejerce su influencia  a través de los valores que inculca en sus componentes, hasta que éstos son capaces de tomar decisiones por sí mismos haciéndose responsables conscientes de ellas.  El acceso demasiado temprano a los nuevos medios de comunicación sin la debida preparación puede ser contraproducente e incluso peligroso. Una cosa es el uso de las nuevas herramientas en un entorno educativo y otra, muy diferente, el uso en el ámbito privado de esas mismas herramientas. Mientras en el primer caso, supone un avance progresivo en el discernimiento de la información que se recibe, en el segundo, al no haber tutela, se corre el riego de fomentar un conocimiento autodidacta que conlleve errores en la interpretación de la abundante información que nos inunda a diario. Para ello es preciso que, sin renunciar a las ventajas de los nuevos adelantos, razonemos sobre su conveniencia de manera responsable, para no tener que lamentarlo, en el corazón, más tarde.




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