jueves, 22 de octubre de 2015

La libertad de elección

“Libertad no significa  decir lo que se  quiere, sino poder pensar libremente lo que se quiere decir”  

Tomamos decisiones porque nos sentimos libres, y nos sentimos libres, cuando podemos elegir. Es más, cuando no somos capaces de tomar una decisión nos quedamos parados, bloqueados y por lo tanto, podríamos significarlo como una falta de libertad. Por otro lado, cuando posponemos la decisión, la dejamos para mañana, o bien decidimos no hacer nada, lo paradójico es que aún no habiendo ejecutado la acción, tal vez nos sorprenda saber que sí hemos tomado una decisión. Decidir es ejercer la voluntad, es querer y eso es una muestra evidente de libertad. Podemos decidir que “no queremos eso”, pero no es posible “no querer” cuando se elige. Una segunda cuestión es que nos planteemos si al elegir, lo hacemos libremente.

Para ejercer la libertad de elección, en primer lugar, debemos tener múltiples opciones y éstas, deben estar a nuestro alcance. Es decir, no debemos tener limitadas las posibilidades de elección. El siguiente paso,  lo constituye el poder deliberar sobre esas mismas posibilidades bajo la tutela aconsejable de la prudencia. Respecto a esto último, no negaré que nuestra decisión puede verse comprometida por las creencias limitantes que hayamos adquirido a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, aún siendo así, el hecho de poder elegir sería a mi modo de entender, una muestra de libertad, de afirmación de la voluntad. Si por algún motivo no fuera dueño de mis decisiones, es evidente que deberé buscar al responsable de ellas.

A riesgo de parecer retórico, todo lo anterior era necesario decirlo para reforzar la idea de que, si bien la libertad absoluta no existe…  puesto que no elegimos ni el momento del nacimiento, ni el de nuestra muerte, gozamos de libertad suficiente para decidir nuestro futuro. De otro modo, no podríamos aceptar la versión de quien nos dice que nuestra vida nos pertenece y que, al tener libre albedrío, somos dueños de nuestro destino. También existe quien sostiene lo contrario, son aquellos que argumentan que la vida está determinada unívocamente por Dios o aquellos otros que, como Leibniz, considera que nuestras decisiones están determinadas por la obtención en cada momento de lo óptimo. Esto último, sería un condicionamiento psicológico, pero no afectaría a acto propio de la decisión; de ahí, la debida prudencia al elegir.


Tomamos continuamente decisiones y estas condicionan nuestra vida. Eso es importante para entender que, aquellas razones que nos ha traído hasta aquí, no tiene por qué  ser forzosamente las que nos sirvan para alcanzar el mañana. Podemos y debemos cambiar aquello que nos impide avanzar. La razón última es alcanzar la Felicidad y es por eso que debemos estar seguros que por difíciles que sean nuestras condiciones, siempre podremos cambiarlas. Aún en cuestiones tan nimias como el fumar, pero tan condicionantes para quien las sufre, deberíamos poder decir siempre aquello de… “No gracias”.  Si no podemos, tal vez debamos cuestionarnos si en ese caso somos, realmente libres.

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