lunes, 14 de septiembre de 2015

Frente al espejo


“El reloj, junto al espejo, son los instrumentos con los que el alma nos apremia a tenerla en cuenta. El primero, nos muestra el paso inexorable del tiempo; el segundo… cómo nos ha afectado el primero”.

Descorrió la tela que cubría aquella magnífica cornucopia. Se aproximó aún más, y ayudándose con la luz tenue y tintineante de los candelabros, se miró al espejo. Frente a él, molesta aún con las experiencias anteriores no pudo contener su rabia y explotó. Gritó iracunda y maldijo una vez más aquel engendro que solo podía decir la verdad. Clásico entre los clásicos, no creo errar si digo que no hay nadie en el mundo que no haya leído el cuento, oído la narración, o haya visto la película. Decidme ¿Recordáis la faz desencajada de la madrasta de “Blancanieves”, frente al espejo? ¿Podéis recordar lo que sentisteis en ese momento? Esta parte del relato, nos da la clave para analizar y entender aquello que esperamos encontrar cuando nosotros mismos, nos miramos al espejo. Buscamos la confirmación de lo que somos o más bien, de aquello que queremos ser. Sin embargo y muy a pesar nuestro, el tiempo pasa y el conflicto permanece.

Los tiempos han cambiado, como también han cambiado las formas, pero no así el fondo. La tecnología actual, nos ofrece nuevos espejos en los que reflejarnos. Solo que ahora son mucho más crueles. Ya no nos recluimos en la intimidad del salón para conocer su respuesta. Caminamos absortos mientras nos miramos en él. Aguardamos impacientes el momento de poder interactuar con él. Ocasionalmente, cuando no podemos contar con su presencia o está fuera de servicio, una extraña sensación de aislamiento nos embarga. Nos sentimos como desnudos. Estoy hablando del smartphone. Ese aparato que recoge insistentemente nuestra imagen y que, junto a nuestros comentarios, es capaz de lanzarla a los cuatro vientos. No tenemos suficiente con contemplarnos a nosotros mismos; ahora, es necesario que nuestros amigos lo sepan y opinen de ello públicamente. El problema surge cuando dependemos de la respuesta de nuestros colegas, de su aceptación, de su complicidad. Es entonces cuando corremos el riesgo de poner en sus manos, lo que tan solo depende de nosotros.  Ser felices.

Haríamos bien en reflexionar sobre ello antes de colgar una foto o de publicar un comentario. Cierto es que, twitter, facebook o cualquiera de las comunidades existentes en la red,  son magníficos medios sociales que nos permiten compartir con nuestro grupo aquello que nos importa, pero no es menos cierto que esos mismos medios, pueden volverse hostiles y peligrosos para nuestra integridad. En realidad deberíamos preguntarnos qué tipo de respuesta esperamos y cómo nos afecta cuando la recibimos. Recordemos que, tanto lo enviado como lo recibido, permanecerá por mucho tiempo en ese espacio de nadie que es internet. Tengamos siempre presente que, como en el caso de la madrastra de “Bancanieves”, nuestras reacciones, es decir nuestras emociones, nos delatarán frente al espejo.

Es bien conocido que la infelicidad reside entre la expectativa y la realidad.

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